(por Manuel Vargas)
Pensé que estaba muerto, pero la agonía le rescató con crueldad para vivir el horror de sus últimos momentos.
Un golpe seco, una patada, y a morir junto al bordillo. Aplastado, todavía tuvo unos segundos para sentirse reventar, mientras la miseria de su mundo conocido se reflejaba en sus pupilas dilatadas y el frío de la calzada se llevaba su último y terrible suspiro, berrido de tormento.
(Escrito en Utrecht, Holanda, el 26 de julio de 2004, referente a la muerte de un pájaro en Galicia, el 19 de julio del mismo año)