(por Manuel Vargas)
Y la ciudad ya no estaba allí.
La ausencia lamía sus calles vacías.
Personas, sonrisas, besos, emociones,
engullidas por el silencio de la noche.
La Piazza della Santa Croce, ciega y triste,
barrida por el blanco viento del tiempo.
Ya sólo queda un enjambre de sombras,
ahogadas en el fondo del Arno.
La desesperanza me oprime el pecho,
en este sublime instante,
de veneno en mi recuerdo.