Flores en la mierda

(por Martín Branquias)

Son las 15:35 de la tarde de un día que tiene muy pocos números de ser recordado, y muchos menos celebrado, en el futuro. No es lo que se dice memorable llegar a casa tras haber ido a un Juzgado, uno de esos lugares sórdidos donde hay que darse un garbeo de tanto en cuando, a ratificarme en un convenio de separación que convertirá a mi chaval en una pelota de ping pong. Le iré a buscar el primer y el tercer viernes de cada mes y lo devolveré a su madre los respectivos domingos por la tarde, sólo queda esperar la sentencia  para acabar de rubricarlo todo y, oficialmente, c‘est fini (según google se escribe así).

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Un viaje convulso

(por Martín Branquias)

Tras un fin de semana mezclando placer y negocios en Barcelona, Ataúlfo enfiló el retorno al hogar. Fueron unas horas simpáticas en la Ciudad Condal, yendo a la playa, comprando souvenirs y disfrutando de las terrazas del centro de la ciudad de donde, a pesar de su natural despiste, salió como entró. Es decir, con todo lo que tenía.

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Lo que sucede en el campo

(por Martín Branquias)

“Flaco, vos sabés que tenés que marcar las diferencias hoy, lo sabés, no??, ¡¡¿¿LO SABÉS O NO LO SABÉS???!!”. El “Flaco” Eizmendi asiente tranquilo  y recibe un par de golpes en el pecho justo después de bramarle lo que de él espera su técnico, el uruguayo Ricardo Sosa. “Oráculo” Sosa desde sus tiempos de clarividente mediocentro en el Danubio de Montevideo. Pero Uruguay queda lejos. Hoy, el equipo del “Flaco”, un elegante mediapunta, el clásico 10 que dirige el juego de su equipo con la precisión de un cirujano tiene la oportunidad ante sí de ganar un campeonato de Liga por primera vez en la historia de su equipo. Se lo juega mano a mano con el equipo más poderoso del país, quien también hace las funciones de equipo visitante en el otro partido de la jornada. El de nuestros protagonistas se lleva a cabo en campo de un rival que se juega la permanencia, Unos lucharán por no dar de morros con el lodazal y otros por no morir en la orilla.

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MOR

(por Martín Branquias)

Se despierta por culpa de la luz que se escurre por la persiana. Es domingo y ha dormido hasta tarde lo cual tampoco significa que haya dormido mucho. En ese rato que va desde la conciencia del nuevo día y levantarse de la cama revisa lo acontecido en las horas previas serpenteando en la frontera que separa el sueño de la realidad.

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