(por Manuel Vargas)
Llego al borde del abismo
y escupo este poema.
Hablo de santos, de pecados, de erecciones
(unas pupilas amarillas crepitan en la calavera).
Hablo de un río mudo, de decapitaciones
(un beso de ceniza polvorienta).
Hablo de una lengua viscosa, de palpitaciones
(una mano de cinco garfios).
Llego al borde del abismo
y regurgito este poema.